miércoles, 4 de noviembre de 2015

Las construcciones hidráulicas albergan en sus trazados mucha más tristeza de la que es capaz de sentir un pecho, de pensar una cabeza, de describir un bolígrafo.

Sus venas inundadas con el lóbrego musgo verdeoscuro se inyectan en las propias sólo con mirarlas (casi tan triste como la mirada negra de un besugo,  como la despedida en un andén a un amante que no ha comprado el billete de vuelta, como la última mirada del aviador que no regresará ya nunca).

La tristeza más profunda que puede sufrir un búho o un ferroviario está definida, dibujada, planificada en los trazados de las obras hidráulicas (la tristeza es una caverna en los pulmones, bien lo saben los psiquiatras que, tras terminar sus estudios están obligados a asistir a encuentros de espeleólogía).

La tristeza no tiene color, por mucho oscuro que le quieran añadir los poetastros o los pintores de pincel engreído.

Tiene forma. Tiene representación gráfica.

Se puede observar en el recorrido de las obras hidráulicas.



miércoles, 28 de octubre de 2015

JODIDA DEPRESIÓN CLÍNICA DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA

No voy volando,  ni sobrepaso artistas huestes de bramantes soldados, sino que muero en el lugar en que estos fondos profundos me pronuncian. 

No voy trenzando destino en un telar celoso, no. Donde Dulcinea señala un paso yo pongo bandera. No vuelo ya. Es todo lo demás que vuela.

Estos que aquí se ocultan son los inmuebles del pasado. El surco de eternos naufragios allí en las profundidades donde flota (hinchado, muy hinchado) el cadáver de Dios, donde todos morimos a falta de mejores doncellas.

No cesa sin embargo la envidia de otras cosas. Eterno aquí restriego mis profundos cojones contra otros ríos.

Porque esto que aquí veces Sancho no son gigantes sino molinos.

Arrastro ya no esta realidad, sino cientos. Verdades que se escapan solas como geranios rotos de pena.

(Culebras en la sien, como Medusa, poya al fondo, arriba y bien arriba esperando la cueva. Los huevos tiritando como péndulos o ahorcados).

El amor del cuerpo siempre eterno tiene deseos de otras estrofas. No se abandona el mismo abismo, no llora por otras noches. (Mira a ver, Sancho, que en el establo se revuelven inquietos los caballos y huele a estiércol. Al estiércol puro y negro de una ciudad en pie de vida). 

Huele desde aquí a la sombra de un cuerpo. Muere el mundo, muere el mundo. En el aire se condensan negras lágrimas.

Es la hora del ábaco. De contar todas las hélices del cielo, las obras hidráulicas en su húmeda tristeza. 

Yo no creía que terminasen los las estrellas cuando tú, Sancho, vez los gigantes y se esfuma Dulcinea, cuando en la playa de Barcino es derrotado el bachiller Sansón (le adiviné la cara al trasluz del sol debajo del yelmo).

Nada es mentira el cuerpo me pide comida y la pide con garras.

Pudiera  llorar pero ya no hay motivo.

Esto que aquí ves no son, Sancho, gigantes, sino molinos.






domingo, 30 de agosto de 2015

Somos una excepción de tiempo entre dos nadas, es decir, que nuestra vida es la lechuga del sándwich entre dos panes de vacío en forma de corchete.

Por supuesto que sí, que se da y se respeta la opción de no querer darse cuenta de lo que supone esta realidad mágica u horrible (según opiniones). O, por supuesto, de que la conciencia de esa verdad pueda llevar al absentismo vital y a buscar únicamente bienestares que añadan mostaza a la lechuga.

Sin mayonesa en la endivia no se debe vivir, no es justo que se transite por este valle de brócolis con la lágrima en la mejilla. Pero elegir dejar alguna huella y llevarse algo de esta ensalada es justamente lo que han escogido las personas que de verdad pueden confesar (y que todos podemos dar fe de ello) que han vivido.

Permanecer como un buen recuerdo en la memoria de alguien no será vida consciente después de la muerte, pero indicará que la ha habido antes, que uno ha estado pendiente de las verduras del otro y eso, de verdad, creo que sí que nos lo llevamos, porque lo hemos tenido y permanece, luego es nuestro para siempre.

Llevarse buenos momentos es una obligación que viene escrita en nuestras órdenes genéticas.

Lo que quiero decir es que estoy vivo y eso supone estar muy despierto a todo (todo) y a todos (todos).

Quiero decir: que el Universo reparta café sobre vuestras vidas en forma de granizo suave, de ese que no hace daño ni rompe las cristaleras.




jueves, 13 de agosto de 2015

Existen damas del Romanticismo y damas del Romanticismo, que no todas son iguales. No cometamos el error de caernos en la idea tan dilatada de que todas ellas se desmayan o fingen los orgasmos.

El tipo B de dama del Romanticismo está siempre dispuesta a fregar platos y a limpiar chimeneas. Confiesa en público sus flatulencias y usa vocablos que inventan los estibadores portuarios cuando se les cae alguna mercancía en los dedos de los pies.

En las fiestas señalan con el dedo y no se limpian los labios antes de beber de los vasos de Chateaubriand (tampoco saben en qué se diferencia del vino de tetrabrik).

Pero saben mirar las estrellas y ver en ellas el dibujo del pasado, y saben trazar los caminos que caminan con gentileza del presente al futuro.

Eso les descomponen los intestinos a las damas del Romanticismo tipo A, porque los caballeros persiguen a las damas B entre los claros del bosque por ver si son capaces de verles los tobillos.

En secreto, son las preferidas de los caballeros del Romanticismo para ser las madres de sus hijos y la compañía para su vejez.

No, las damas A, no soportan a las damas B.

Eso no es malo, al contrario.




Cuando pasan los años y los oscureceres se oscurecen al caer el tiempo y la tarde, los grandes obreros, los que han perdido o han ganado el tiempo dejándose caer la espalda para que nadie en la casa se quede sin la cuchara vacía, sin la almohada limpia, los grandes guerreros, construyen máquinas no del tiempo para ir hacia adelante o hacia atrás, no. 

Han inflado clarinetes y han pisado los terrenos de los bancales con sus manos para hacer crecer yemas de los árboles, para haces que asomen botones verdes de las tomateras.

Construyen máquinas del tiempo con artilugios negros y grasientos, comprados en ferreterías, y las construyen concentrados en sus manos para que el tiempo y los objetos se detengan,  para que se quede todo en su lugar, que es donde deberían algunas veces quedarse todas las cosas.

A eso dedican su tiempo los enormes guerreros.



lunes, 20 de julio de 2015

Quería que todos los peatones, al pasar por su puerta, se detuvieran a mirar aquel recipiente de luz, el continente de aquel espejo que tantas mañanas había devuelto las miradas de su mirada, el rubor de sus labios, la insolencia de sus mejillas.

El vidrio del espejo no.

Lo trizó en diez mil trozos cuando le dijeron que había muerto.

No quiso ver su cuerpo. De ninguna manera quiso verlo.
Su puerta se convirtió en el santuario de peregrinación de todos los amantes que quisieran mirarse en aquel hueco vacío (un sortilegio limpio, un amarre sin magia oscura).

Un contagio de todo el amor con que él la contempló todos los tiempos de su vida.




martes, 7 de julio de 2015

En millonésimas de instante renunció a la cordura de proteger antes que nada su propia vida de joven estrepitoso y sublime. Y al ver la forma tan sinusoidal de sacudir los brazos pidiendo aire y socorro, se enamoró en el tiempo que dura un relámpago. 

Su voz aterrorizada le llevó al sonido de miles de tequieros aún por ser pronunciados. Vio cómo el pelo se le confundía azul y blanco con la cresta de la resaca, bailando al compás del fin del mundo, cercana a una muerte tan segura como los teoremas que hablan de triángulos. 

Y sabiendo que era un nado sin retorno, se disparó a si mismo hacia el agua para hundirse con ella, observados por los ojos milenarios de los besugos, por los pozos que guardan los tiburones en la mirada.

La quiso abrazar y lo hizo, en medio de aquel tornado de agua, enlazados los brazos se miraron sin aire en los pulmones sabiéndose ya los dos en la última mirada que se le da a la vida.

Se amaron sin oxígeno. Se amaron con la sabiduría y la certeza de saber que ese sí, que ese iba a ser por fin un amor hasta la muerte, y hasta más allá incluso, porque iban a ser el comentario del día siguiente de todos los mariscos que habitan en el fondo del agua.



lunes, 11 de mayo de 2015

¿Quién te he dado permiso para tomar esta fotografía, oh fotografiador despreciable?

Bien te dije anoche, durante la lluvia de azucarillos, que no se te ocurriese ni entrar cuando estoy dándole el pecho a mis niños. No podrías ni imaginar el riesgo de burlar las normas ovíparas de mi especie. El consejo regulador etcétera multará con restricciones de trigo y de miradas cómplices mi delito de haberlos guardado bajo mi buche estos último meses, así que depón tu cámara, infame ladrón de secretos.

¿Las consecuencias? Tomaré yo mi cámara, mi grabadora de cintacassette y entraré en tu dormitorio por la noche, en el momento en que susurres al oído de tu esposa ese juramento que no estás dispuesto a cumplir. Esa promesa de eternidad que le haces todas las noches justo antes de besarle los párpados.

Todos en la granja sabemos lo que la oveja y tú ocultáis al resto del mundo.






viernes, 8 de mayo de 2015

La televisión en color era aquel sueño que no podíamos imaginar de niños los que ahora somos más jóvenes cada día. Ver a Mariano Medina, a Laurita Valenzuela en blanco y negro aguijoneaba nuestra imaginación. ¿De qué color es ese vestido, esa cortina, ese coche si el tono gris es de un veintitrés por ciento? Crema, rosa, verde, morado, vino, rojo atardecer.

Era un placer extranjero, un lujo británico, una envidia germánica.

El jueves que llegó la televisión en color a mi casa soñamos en color aquella noche. Pero el mundo de aquella ventana comenzó a ser demasiado evidente. Ya no se especulaba con los semitonos y sus equivalencias irisadas.

Por eso me he alegrado tanto hoy al ver que el gobierno ha decidido establecer el país en blanco y negro. Porque ahora, al caminar, podremos conjeturar sobre el color verdadero que tienen las cosas, y eso va a suponer que la imaginación de nuestros conciudadanos experimentará un ascenso que los educadores deseamos para que este mundo sea un poco más habitable cuando vamos a desayunar a cualquier sitio, por poner un ejemplo.




sábado, 18 de abril de 2015

Cuando las margaritas y los búhos habitaban la tierra junto a los dinosaurios, hace más de cuatrocientos años, los bosques, las esquinas más entramadas de la maleza escuchaban tertulias entre las plantas, con ese idioma tan propio de los vegetales que algunas veces provoca celos entre las rocas de granito, más inclinadas a quedarse en silencio cuando es posible que más se les necesite.

Quedaba todo muy en silencio al caer la noche, y era entonces cuando se escuchaba entre los chopos la leyenda de los lodazales. (Los ojos de los tiburones, que han atravesado, arrastrando la barriga, el fondo de los nueve océanos, se oscurecieron para siempre aquél día que las anémonas les contaron la historia).

Los lodazales, oscuros como las entrañas de las cuevas, habían tenido la idea de invadir la maleza, de incrustarse en los huecos, en los claros de luna, en los reflejos del agua de las charcas. Y así lo hicieron, sin ninguna batalla, sin ninguna oposición, durante unos años que repartieron la desolación y la tristeza entre los habitantes de todos los continentes. Todos.

La lluvia dejo de tener ese sonido de hoja de sauce. Los dinosaurios prefirieron irse para siempre y transformarse en huesos megalíticos.

Nadie encontraba el momento de declararle la guerra al barro, al alma negra del cieno, a los hoyos oscuros que habían rellenado el mundo.

(Diez mil años, imaginad que transcurren así diez mil años, diez mil)

Aquella flor lo consiguió un día de marzo. Copió de memoria en el centro de su corola el reflejo que alguien le había contado que tuvo el Sol alguna vez.

Comenzó ella y fue seguida por una legión de voluntarios constituida por todo ser viviente.

Y volvió la luz al centro del bosque, a la superficie de la Tierra.

Dios bostezó, se asomó desde una nube y continuó creando el mundo.




domingo, 22 de marzo de 2015

Son salas no tanto de espera como algunas veces de desesperanza en las que las analíticas y sus espeluznantes resultados dan sueño, como la muerte algunas veces, un sueño aburrido porque, a fin de cuentas, la muerte será un aburrimiento tremendo y eso no le gusta a casi nadie y por ese motivo te amo. 


domingo, 15 de marzo de 2015

¿Tantísimo tiempo ha de pasar el mar dándole golpes a sus olas y tanto ha de suplicar sobre las rocas para convencerse de que el enigma no está en la fuerza mareomotriz sino en el significado de lo que les cuentan las sirenas a los tatuajes de los marineros?




sábado, 14 de marzo de 2015

Los aparatos de aire acondicionado que tenemos instalados en nuestros centros de salud suelen, algunas mañanas, provocar evaporaciones en lo que en términos generales se viene a conocer como piernas.

Puede resultar perturbador a la hora de levantarse de la silla de la sala de espera: las caídas son de una espectacularidad tan grandiosa que el Servicio de Salud ha instalado unas gradas desde las que el público puede mirar, fotografiar y grabar vídeos de los trompicones que luego presentan orgullosos en los concursos de televisión.

No hay nada que más me indigne en este mundo.



viernes, 13 de marzo de 2015

Cuando se nos desdobla la imagen (amor mío después de tantos años) al moverse la tierra por motivos que sólo la sismología conoce, yo sigo siendo el mismo que mira y que te mira como te ha mirado siempre. Pero ahora me desconciertas hasta el llanto, porque después del temblor tu cara ha mirado a llanuras y estepas que desconocía hasta ahora.

Nunca has dejado de sorprenderme, y por ese amor eterno y esa facultad tuya de ser nueva en cada terremoto, seré yo quien baje después a la farmacia, en medio del temporal de nieve.



sábado, 7 de marzo de 2015

Cuando los acompañantes de las damas del Romanticismo dejan de sentir emociones memorables por ellas es digno seguirlas de cerca sólo por ver cómo se desmayan y por escuchar el vocabulario que utilizan, más propio de los románticos estibadores portuarios.

Suele ser al cabo de los cinco días de duelo riguroso cuando toman decisiones peligrosísimas para su salud, como por ejemplo el suicidio.

Se asoman a los patios interiores de sus domicilios y se apostan a lo alto de la ventana de su salón.

Cuando se acuerdan de que aún quedan acompañantes dispuestos y que sus nombres los tienen anotados en los listines de telégrafos todo, todo (todo) se transforma en colores y suspiros distintos.



viernes, 6 de marzo de 2015

Entró en el túnel de lavado del coche y lo que descubrió, más que la oscilación de duchas y bayetas tecnológicas fue un caleidoscopio que la transbordó a una hélice de galaxias multiformes, con colores artesanales de rosa descolorida.

“No me importa, tengo tiempo”, levantó alguien el dedo.

“Que entre. Le abriré la puerta y que se quede”.



jueves, 5 de marzo de 2015

Sería para todos una gran noticia que alguien, cualquiera, no importa la procedencia social ni sus hábitos nocturnos, les dijera alguna vez a las damas del Romanticismo que sus formas, sus urbanidades, son deficientes y poco constructivas.

¿Acaso se pude entender que a continuación de las comidas que organizan para recolectar fondos, si el postre resulta ser (un ejemplo) plátano, tomen las pieles, las guarden en sus bolsos de terciopelo negro y al salir a la calle las coloquen cuidadosamente en alguna de las esquinas más concurridas para que sean pisadas por algún caballero que caiga tras dibujar virutas en el aire sobre su trasero y estallen en carcajadas tan voluptuosas que escuchan las ancianas (santiguándose) desde los balcones y al día siguiente vuelvan a juntarse las damas del Romanticismo y vayan a misa como si no hubiese ocurrido nada?



lunes, 2 de marzo de 2015

Hay momentos en la vida de una dama del Romanticismo en que ocurren movimientos sísmicos. Y cuando eso sucede se ocultan horripiladas en el breve espacio que se abre entre el suelo de su alcoba y el somier de su cama. Y allí esperan, como un hurón en su cobijo, a que finalice la hecatombe.

Ese mismo día, y por la tarde, como piensan (en su bien instruida ignorancia) que los terremotos son lamentos del planeta, se acercan llenas de ternura a la montaña más idónea que encuentran por allí cerca y posan su mano sobre el granito mientras le dicen a la roca “ya está, piedra mía, que no tiemble más esa substancia de la que estás construida”.

Sus acompañantes, cuando les ven hacer eso, encienden un cigarrillo y suspiran entre las bocanadas.



Fíjese, señora o señorita, damisela fecundable, mujer hermosa entre las mujeres. Mire bien, señora, las mezcladas texturas, grafías, estrías, surcos, en que se subdividen los minúsculos cuencos y covachas de esta materia. Usted misma guarda entre sus ingles un entramado que se enmaraña también en algunas elipses.

Brindo con ella al mar, la presento para que sea bendecida por la horizontal prodigiosa del horizonte antes del procedimiento.

Y ahora, discreta pero solemne, diríjase hacia la orilla y, alzándose las enaguas, bajándose los pololos, salte, evite que le acierte con ella en la marca que le hice esta mañana con la pluma en el pompis.

Sabe lo que ocurrirá si acierto: solicitaré a su hermanastra en matrimonio y lo nuestro tendrá que reducirse a un romance de whatsapps.

Maldición.  




miércoles, 25 de febrero de 2015

Se puede leer a Shakespeare de tantas maneras que aterroriza porque exporta la percepción hasta los límites, roza el final infinito donde el lenguaje ensambla palabra con vida y muerte. Shakespeare ha dicho todo lo que se puede decir en este planeta. Es exactísimo en sus versos. Perfecto en sus marionetas.

Por ese motivo, ni las autoridades sanitarias, ni los bomberos; creo que ni la policía o las comunidades de propietarios deberían admitir que las damas del Romanticismo lo lean en grupitos bajo las sombrillas junto al lago mientras apuestan collares de topacio por cuál habrá de ser el resultado final del cuello de Desdémona o el tamaño y peso justo de la calavera que ofrece Hamlet a la atmósfera con su eterna cuestión; ni por el talante o palabra de la última frase de cualquiera de sus ajustadísimos poemas.

Un poco de respeto, coño.

Es lo único que les pido a las damas del Romanticismo.




domingo, 22 de febrero de 2015

Se precipitaban jubilosas, alborozadas, ruidosas, por el bulevar  las damas del Romanticismo. Al viento sus faldones de tul, mostraban las enaguas a los diplomáticos transeúntes que trataban de fijar en la memoria la visión magnífica de sus tobillos de porcelana maoísta. La brisa del mar les arremolinaba el pelo en torno a pensamientos fugaces, a sueños con aguaceros de estrellas, alrededor de planes inconfesables con sus caballeros para ser cumplidos con sus cuerpos sobre divanes y alfombras.

La avenida se había transfigurado en un estruendo de voces. Ondas agudas como los bordes de un cristal, como el frío de las mañanas de febrero. 

Corrían de la mano, a tapar la calle que no pase nadie. Los visillos de detrás de los balcones se cubrieron de ancianas que debatían entre ellas (santiguándose) sobre la confusa moralidad de las damas del Romanticismo que, a esa hora, eran un rebaño de musas invadiendo la ciudad con sus grititos celestiales.

Fue al girar a la izquierda para continuar con su algarabía por una calle paralela cuando se tropezaron con ese círculo rojo, con esa espeluznante banda blanca dentro de la circunferencia bermellón que les negaba el paso, que le negaba el acceso, que les impedía la misma vida, los sueños fugaces con sus caballeros, con su misma vida.

El SAMU no dio abasto con tantas sales para recobrarlas de su desmayo, allí, todas caídas sobre la avenida, como hojas de octubre.

Pobres. Pobres damas del Romanticismo. 



jueves, 19 de febrero de 2015

Hay veces que los caballeros hacen llorar a las damas del Romanticismo y cuando eso ocurre no saben, en su torpeza, dónde esconder las manos ni en qué lugar de la casa han dejado los modos adecuados de pedir que las damas del Romanticismo les perdonen por su inexperiencia en los asuntos propios del Romanticismo.

Es entonces cuando acuden al Centro Comercial más cercano dispuestos a gastarse todo el crédito que les ha concedido su entidad bancaria para la adquisición de terreno urbanizable en un regalo que haga que las damas del Romanticismo dejen de negarles ese modo de rozarles la nariz con sus besos esquimales.

Dan vueltas, recorren, agotan las fuerzas de sus piernas perdiéndose entre los pasillos de las instalaciones y, al final, jadeantes, se dan cuenta de que el valor de los objetos no reside en el tamaño de la factura, sino en la forma adecuada de colocarlos en las estanterías para que el trazo de su silueta se aproxime más a la forma de lo que les acontece por el pecho cuando piensan en su correspondiente dama del Romanticismo.






lunes, 16 de febrero de 2015

Ya había ido a ver la película en el cinematógrafo de su parroquia y le cautivaba la ensoñación de dormir con Vivian Leigh y Clark Gable besándose eternamente en su mesilla de noche. Se compró el libro en un mercadillo de estatuillas de latón, lectores de vídeo del siglo diecinueve, lámparas de caireles borrosos, libros erosionados y amarillos.

No lo leía. Ni siquiera lo ojeaba. Le bastaba con a su lado para acostarse cada noche pensando la misma frase (algo que hizo hasta que se fue a recorrer los Mares del Sur, a los noventa y tres años con un marinero noruego tatuado de anclas y noráis).


La frase, claro: mañana será otro día.


sábado, 14 de febrero de 2015

Nos hemos vuelto blancos debido a determinados contextos no muy bien definidos por el acaecer de los asuntos y de esas extremidades de las carestías que conocen algunos asalariados y somos blancos, y eso, y eso, y eso (sabes de sobra) no acostumbra ser malo.


Y antes de dormir en este cofre, guárdate. 
Que la noche trae fantasmas como rastros de leche.



jueves, 12 de febrero de 2015

En ese justo momento le iba a decir la palabra más dulce de su vida.

Justo antes de que la telefonista arrancase la clavija.

Qué lástima.



Era tan hermosa aquella pieza, aquélla balada, esa cadencia de voces y escalas que cuando entró, al abrirse la ventana, se estampó en la pared y se quedó esculpida allí para siempre.


martes, 10 de febrero de 2015

Dieciséis.
Diecisiete.
Dieciocho.
Ahora dos más, que son algo así como veinte, no tengo ábaco, quizá me equivoque.

No oigo así más que tus latidos, el ruido que producen de noche tus arterias.

Quédate a mi sombra, respira el aire oscuro de mi sombra, que yo te resguardo de los UVA, de los espectros, del dolor que tanto ha cubierto como una escarcha negra las huellas de los caminos que has caminado sin que yo estuviera allí para dar fe de que que los has caminado.




Cuando una dama del Romanticismo tiene una idea brillante se lo comunica corriendo a (por este orden) su ama de llaves, su acompañante más cercano, su hermana Gertrudis y su editor.

El editor tiembla entonces porque sabe que le espera un tremendo rosario de vía crucis y subviacrucis que se concretan en

a) Whatsapps a las tres de la madrugada.
b) Whatsapps a las cuatro de la madrugada.
c) Sobres lacrados con papel de arroz amarillento en el que le relata sus escozores anales y sus disputas futbolísticas con la sirvienta.
d) Whatsapps a las cuatro y cinco de la madrugada.

Cuando una dama del Romanticismo tiene una idea brillante y no es atendida se siente tan desgraciada, llora tanto que se le cuartea la piel.

El editor, entonces, le promete, le jura y cumple, matrimonio.

Para ello tiene que deshacerse del acompañante habitual de la dama, y lo hace falseando testimonios para que toda la ciudad comience a hablar mal de él y tenga que abandonarla avergonzado.




domingo, 8 de febrero de 2015

Estaba aquí, allí, calva, blanca, rubia, con un lunar como la luna. Yo la llevaba al aire como la luna el lunar junto a la boca blanca, su cielo su partícula, su  lluvia siempre junto al alma de los cinco al costado de su luna el lunar junto a la boca.

Y era, es, tan azul como su ceño a veces, con la zapatilla y la sonrisa añadida como un clavel entre los labios de cera roja al maquillaje cerca siempre del espejo. Y tuvo que expatriarse como lo hacen de flower en flor al viento sus alas ultimas y dulces desde el centro hasta el mar.

Mil veces su lunar blanco de la boca se revienta de cristal junto al alma de ese mismo trayecto en la península, como las rutas azules se recorren y su aliento ya no alienta llueve amarillo crisantemo de los ojos.

Que llueve cien mil lluvias, llueve vidrio negro desde entonces y se rompe la tetilla del pecho izquierdo donde bat le cœur (que a veces no me late, que ante tanta magnitud se ha producido una hecatombe de grillos negros de luto y blancos. Blancos de tela y suelo bajo la piel sagrada de tu cuerpo naciente en el sofá pelusa eterna de los muertos bajo los muebles más sorprendentes.

Mother.

Superpuebla el planeta desde donde dicen que te fuiste al universo en forma de estrella, que yo te compro el rabo y la estela para que seas cometa que regrese periódicamente.

Mírame desde la nada o donde el cielo del Padre Eterno, pero mírame algún rato.

No sé cuáles son las cosas qué sé, la fe se transubstancia en vuelo inútil de drama que el universo entero desconoce, que sólo existe en el pensamiento de algunos gorriones muy escogidos.

Ya te recuerdo estirando de los otros con una soga de hiedra, ya te recuerdo protegiendo del granizo a las golondrinas en los cestos.

Me quitabas el espanto a las tormentas con una sola palabra y el santabárbara clamado bajo el estallido solemne de toda la montaña amarilla de los agostos prenavideños. Allí en diciembre me formulabas aquella orgía de musgo y figuritas que olían a un ámbar de plástico y licor de dioses. 

No creía en ningún dios entonces sólo en ti y así lo hice. Dios existe, decías, pues bien, Dios existe, sólo si eres tú quien me lo dice. Y toda la casa era entonces asaltada por ti de espumillón y bolas verdes donde se destellaba un mundo abombado, convexo, en el que entraban las cosas, los objetos, los muebles en oblicuo y tu lunar, de lana para el invierno, junto a la boca.

Dios existía porque tú me lo jurabas y sólo por eso dios amaneció un día en mi pecho de la tetilla izquierda, niño católico.

Junto a la santísima siempre virgen maría me vestías las camisetas blancas rezando y quitando pulgas, agosto amarillo y rojo perdido entre los altares de un todoelmundoentero entre chopos y yaldes que me mostrabas con amor de árbol y corazón de olivo para que pudiera ingresar en el planeta de tus ríos y tus umbrías con el mismo amor de cerezo con que tú venerabas la vida.

No hubo marisopla que volase sin ese consentimiento que le dabas al campo para que se extendiese sobre la llanura.

Vuelve un segundo, alguna vez vuelve, vuelve ya que aquí te esperaré para contarte novedades.

Vuelve y déjame tocar mientras cuento hasta diez tu mano de mimbre, tu lunar de labios.

Vuelve y úsame como tú quieras para acariciar siempre, aunque sólo sea el tiempo que tardase en irse tu fantasma, tu calavera de nácar.

Y tus suturas rubias.



jueves, 5 de febrero de 2015

Bailaba como un arlequín alrededor de las palabras más inadecuadas. Cuando encontraba una, la más desafinada, la menos parecida a un río, por ejemplo, o a una chopera junto a un arroyo, la subrayaba en el diccionario y en esa página se removían demonios, por ejemplo, o serpientes, por ejemplo, o medusas, por ejemplo.

Amaba encontrar palabras duras, que abofeteasen el oído, que atentasen contra el buen gusto. En un posit las pegaba en los espejos, en las alacenas, en los llaveros. No quería escribir ni mariposas ni extenderse en botánicas. No quería cultivar esa dulzura que hace que las damas del Romanticismo encorven el cuello con languidez.

Aquella noche de octubre escogió la más dura, la que contaba con más aristas en sus ángulos y se la puso a su dama sobre el escritorio.

No tardaron en casarse. 

Y es que a las damas del Romanticismo, aunque se desmayen, les gustan los escritores que escriben sobre temas poco apropiados para las damas del Romanticismo.



martes, 3 de febrero de 2015

Si todas las mujeres de su familia lo habían hecho durante siglos no se daba ningún motivo por el que a ella se le tuviese que disculpar.

No era asunto sencillo. Su devoción a bambolearse por la calle, a que le tiritasen las manos cuando llevaba algo preciso o precioso, empujaba a su familia a murmurar, a intercambiar dudas entre ellos cuando ella se ausentaba corriendo con premura a la toilette. 

Fue un día largo, pero, para sorpresa de todos, llegó la medianoche, como suele ocurrir sean largos o cortos los días.

Llevar la tarta multicolor de merengue en las manos y durante todo ese martes la encajó en el grupo de damas del Romanticismo, en el club de bridge de las damas del Romanticismo, en el  club de té, en el club de intercambio de cromos del Esportin de Gijón que tantas disputas ocasiona entre las damas anémicas y blanquecinas del Romanticismo.

Llevar la tarta multicolor de merengue en las manos y durante todo ese martes hizo que conquistase el respeto de todas sus vecinas, de toda su familia, de toda la comunidad de vecinos que lo hizo constar como punto tercero del siguiente acta.

El momento más dificultoso del día, y así lo dejó anotado en su diario, fue cuando tuvo que ir a la toilette y (las normas son las normas) se vio en la obligación de arremangarse cuatro filas de enaguas con una sola mano mientras sostenía la tarta multicolor de merengue en la otra como hace la Estatua de la Libertad de New York con una antorcha.




domingo, 1 de febrero de 2015

Las damas del Romanticismo hacen caca en el campo entre rosales que esconden sus espinas al notar que se aproximan cautelosas buscando un lugar desde el que sus acompañantes no puedan ver la mansedumbre con la que se agachan para cumplir con el juramento de fidelidad que le hicieron a sus intestinos y que es muy posible que termine siendo el único compromiso que puedan cumplir en su vida.

sábado, 31 de enero de 2015

Las damas del Romanticismo, o una gran parte de ellas, suelen padecer de vejiga flácida, gases vespertinos y orgasmos espontáneos. Estos últimos despertaron el vivo interés del conocido especialista en sufrimientos decimonónicos Werner Slwuzberg, que al intentar elaborar una taxonomía de orgasmos se perdió tanto en los esquemas y las clasificaciones que desde entonces hay que meterle en los coches de caballos entre cuatro personas y bebe las sopas que una monjita le lleva a la boca con una cuchara de alpaca.

Dentro de un cajón se hallaron sus anotaciones escritas en un librito azulado con señales de mordeduras en los bordes.

Las últimas palabras que se pueden leer: “no es posible que la razón abarque tanto estruendo, tanto ruido. Los gritos se me hacen punzantes a los oídos. Habiendo visto de tal forma el infierno, ¿he de continuar hundiendo mis ojos en abismos como estos? Es mejor que me vaya de mi pensamiento. De hecho, me acabo de ir. Creo con firmeza que soy un murciélago, extiendo mis alas y dejo el cuaderno a merced del olvido”.

Las damas del Romanticismo suspiran torciendo el cuello hacia la izquierda cuando se acuerdan de Werner Slwuzberg.





viernes, 30 de enero de 2015

Los muertos se quedan tan solos porque los fantasmas son muy mal vistos por las damas del Romanticismo cuando se aparecen en sus dormitorios. En el momento que los ven rozando con sus pies inexistentes la atmósfera derretida de sus alcobas exigen la presencia de sus acompañantes (tengan entre manos a quien tengan entre manos) y éstos les han de aplicar sales de amonio debajo de las narices para que dejen de suspirar con el estrépito con que sólo ellas son capaces de suspirar.


Los muertos se quedan tan solos porque los acompañantes de las damas del Romanticismo se enfadan cuando presienten su hálito frío y al hacerlo saben que serán interrumpidos por las damas del Romanticismo que se van a desmayar estrepitosamente sobre el diván burdeos más cercano a su tocador cuando los acompañantes de las damas del Romanticismo tengan entre manos o brazos a otra dama del Romanticismo que se encuentre lejos de ningún fantasma y sin la más mínima intención de desmayarse en ese momento.



Por ese motivo los muertos se quedan tan solos y los acompañantes de las damas del Romanticismo son tan poco envidiados por los otros tres tipos de acompañante.






Hoy llueve todo el cielo. Un gran espacio, una hecatombe de gotas y ráfagas de calderos de agua y color gris se ha hecho propietaria del mu...