martes, 10 de febrero de 2015

Dieciséis.
Diecisiete.
Dieciocho.
Ahora dos más, que son algo así como veinte, no tengo ábaco, quizá me equivoque.

No oigo así más que tus latidos, el ruido que producen de noche tus arterias.

Quédate a mi sombra, respira el aire oscuro de mi sombra, que yo te resguardo de los UVA, de los espectros, del dolor que tanto ha cubierto como una escarcha negra las huellas de los caminos que has caminado sin que yo estuviera allí para dar fe de que que los has caminado.




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