Dieciséis.
Diecisiete.
Dieciocho.
Ahora dos más, que son algo
así como veinte, no tengo ábaco, quizá me equivoque.
No oigo así más que tus
latidos, el ruido que producen de noche tus arterias.
Quédate a mi sombra, respira
el aire oscuro de mi sombra, que yo te resguardo de los UVA, de los espectros,
del dolor que tanto ha cubierto como una escarcha negra las huellas de los caminos que
has caminado sin que yo estuviera allí para dar fe de que que los has caminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario