miércoles, 31 de diciembre de 2014

Sé que habrás dormido y habitado en brazos distintos y que habrás sido deseada en otra frente. Te habrán alzado volando manos distintas a las que yo tengo en los brazos. Y también que habrás volado de labios en labios, que te han buscado para encontrarte al sur de algún sentido, al futuro de algún pasado. 


Sé que te han adorado la piel, que también has sido triza y fracaso, naufragio y éxito tras los acantilados.



Te han poblado el vientre, te han entregado almas y fragmentos. Sé de tu sabiduría y por eso te sé por completo.



Ahora soy yo y eso no lo borra ni la Luna.



No lo borra por muchos rayos blancos que haga caer sobre los claros de los bosques, bajo las guaridas de algún duende.  


viernes, 26 de diciembre de 2014

En el larguísimo camino de no traerte y de alejarte o de alejarme y expulsar períodos y reflexiones, ideas blancas y azules, encuentro que tanto camino recorrido me ha servido para tener el mismo desasosiego y las mismas ganas que cuando recogía gorriones de los arroyos para llevarlos a mi hospital de juguete.

martes, 16 de diciembre de 2014

sábado, 13 de diciembre de 2014

Para hablar entre nosotros hay que usar palabras nuevas. Que las que dijimos antes las oyeron otros ojos y se volvieron de niebla.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Mi amor por ti se alborota  escondido por una montaña que no cesa y que te impide.

No quiero ser un ingrato independiente de tus ondas ni valer por mí mismo si al asomarse a mi retina no te escuchan, mar.

No me deseo libre ni me soportaría lejos.

No evitaré que cada final del día se vuelva orilla, que cada pena o salto se mude, al cabo de sentirlo, en acantilado oscuro en mar de escarcha. 

Azul y blanco, espejo y espejismo, amor por un mar.

Te escupo dulcísimo para que mudes mi saliva en ondas verdes. Que sepa yo que me estallas en la boca y que a la vez guardo un océano futuro, mediterráneo en ciernes.

Que cuando hable, que cuando bese, sean orilla estos labios.

Que mi garganta, hinchada de amor por ti, haga las veces de Luna.



jueves, 11 de diciembre de 2014

En ese justo momento hiciste la fotografía. Los patos, como si nada, siguieron bailando en la fuente. 

Y todo lo que había sido el mundo se hizo camino hacia el mar.






viernes, 5 de diciembre de 2014

La mesa estaba partida en dos bandos que comenzaban a mirarse de contrarreojo y la nochebuena bailaba entre mensajes del besugo y las palabras monárquicas mientras el odio de los microcomensales se acentuaba a medida de cada cucharada y hacia la boca y entre los platos una lágrima de nostalgia de los tiempos que jamás jamás se descuidaba el musgo del nacimiento y todo era pandereta chas chas mientras ahora se cortaba el cielo de tan denso que los dos bandos del principio ya eran ocho trincheras mientras incluso marido mujer hijos e hijas se odiaban tan profundamente con un resquemor tan excesivo o tan excelente que sólo les quedó comenzar a lanzarse migas de pan amasadas para atenuar tanta venganza y al final todos feliz navidad y amor mutuo y ya está.

jueves, 4 de diciembre de 2014

El deseo que ocultaba el Sol a todos sus amigos, el anhelo que le mantenía firme en la bóveda celeste desde bien niño, el secreto que ocultaba a su esposa Maríángeles, a sus familiares y muy en especial a su cuñado Ildefonso, se cumplió una tarde oscura de octubre diez minutos antes de guardarse por el occidente.

Perfecto en su platanidad, continuó iluminando el mundo, siendo el centro de su sistema. Pero esta vez lo hacía exhalando perfume a caramelo amarillo de kiosko. Llegando con su aliento hasta los confines de Plutón, que desde hace dos miércoles se quiere transformar en sandía por ver si le vuelven a considerar planeta, que es lo que se merece según su esposa.




miércoles, 3 de diciembre de 2014

Te me subes a la cara toda entera, con esa forma tuya de esfumarse. Subes al orgullo y bajas en desdicha y a la cinco menos cuarto, cuando todo es tan sencillo que se canta vulgarmente: “son las cinco menos cuarto” a esa hora tan idiota, tan sin nada, con la prisa de que pase, de que pasen, qué haces tú. 

¿Cómo puede ser la misma a las cinco menos cuarto?

Aquí, lejos de las sentinas, a la esquina del puerto, escombros de aceite rosa, lesiona el sol. No puede lucir tanto, no puede, no entiendo. He dejado abierta la ventana, apoyado en el aire de vasos frío de la mañana de invierno.  Me restriega los pies con espíritu de llama y tacto de frente.  

Salpica las casas, incompletas sin tus marañas negras de ébano cabello, vuelto ataque, convertido en tortura ciega para mis maderosos brazos que caen destrozados de tierno albaricoque.

Niña cosiendo se duerme

Entre los dedos tiene la seda. Cómo quieren alcanzarla las adormideras. Y entre los dedos el puñal microscópico de plata, el hilo como una estela atraviesa herida la tela. Sentada blanca en la escalera cose. Cancioncilla. La niña de nieve y de carbón de brasa está cosiendo. Sus dedos son a la calma de la tarde acariciando y escarbando. El eje del mundo de las batallas. Por no poder no puede más. Cansada al fin, espera al sol guardado en los espacios, y deja caer, tendiéndose, los brazos.
Le perdía esa costumbre de anotarlo todo y mira que se lo decíamos: frases oídas en la radio, en la calle; las citas del dentista, los recados de amor que le pegaba con fixo a su marido en la nevera; los mensajes de odio que le escribió una noche a su hermana; los gritos de celos que le dejó sobre la mesa a su marido el día que ocurrió lo de Margarita.

Las palmas de las manos, los troncos de los árboles, todo lo que se encontraba cerca de ella recibía anotaciones, escritos, opiniones, garabatos, números, entrecomillados, críticas.

El salitre derritió las palabras de despedida que dejó en el papel adhesivo antes de subirse con aquel pirata en el barco en que se alejaría para siempre de  Margarita.

Y de su marido.






martes, 2 de diciembre de 2014

El atardecer se sonrojaba, el aire era lirio tremendo, crisantemo gigante el sol se ponía trastocado en madera, azúcar ahumada, desgraciado caramelo. Él ansía perforaba las manos como cascabeles. Así era la tarde. Nieves petulantes, horquillas de fuego en el cabello de las niñas, aire untado de barro, granizos perpetuos, soledad en las marismas, labios en fracaso, derrotas en los jardines. La mitad del aire se ha encogido, así era la tarde. Negras sombras de flor desfilaban por el cielo, suelos fúnebres. Temblaba de de desesperanza el pelo. Así era la tarde. Pero el umbral se encendió. Ojos nuevos. La voz de tierra o lesión tenía un nuevo nombre que nombrar a mis oídos. De nuevo un rayo sin plata. Cobijadme otra vez santas estrellas. A mis bocas, a mis manos. La sangre voló en cascadas al cerebro, navegó sobre mí su nueva imagen. Nueva letra, nuevo espejo donde ver las estrellas. Mujer entonces reciente como recientes cosechas de estancias, de rincones revueltos. Hembra de diamante. No hubo más que fiesta entre mis dedos, me preguntaron ese día las rosas el por qué de mis brazos extendidos. Perfume en todas las brisas. Aire brillante. Noche de alma. 


Al verla todo el camino estrecho sintió cómo crecían rosas de labios en sus huellas.


lunes, 1 de diciembre de 2014

Respiro un suelo con las yemas de los pies, el alba color de blanco, lomas y allá al fondo mi lugar, mío, hace bostezar mis huesos.

Su calor subterráneo,  sus calles mansas me besan las entrañas y reboso mapas y terrenos cuesta abajo.

Tiene esquinas y tras ellas conocidos fantasmas arrastran cadenas de lino.

Tiene aire y lo respiro como imagen de un espejo.

Mi lugar tiene caminos, tiene gentío y al rozarme son yo y son ellos que me tienen y me prestan su mirada.

Un agua interna lo recorre fresca y verde como musgo

Ya no existe lugar nada más que mi lugar, y me aletargo al verme dentro amurallado  feliz, como un canario.

Son un vidrio roto estos aires, con un filo amable y blanco estalla un punto de sol en su borde de acero.

Aquí quedaré horizontal bajo la tierra, que den fe de mí las montañas.

Que soy de aquí. Que mis uñas lo demuestran llenas de tierra si me alejo.

Es más fácil tender un brazo como una armonía iris donde el agua rezuma las venas, las arteras como cuerdas de violoncelo, es más fácil que tocarte. 

Es más fácil que tocarte de nuevo después de haberte estampado con dulzura contra el árbol aspirando allí mismo las sal de tu vientre.

Tocarte de nuevo sería bucear (y no quiero hasta más tarde) en el huracán que me ha tragado como una ventosa.

Espero que nazcas del mar como un energúmeno que suspira por un coche para abatirle en mil vidrios de diamante el parabrisas.

Hoy llueve todo el cielo. Un gran espacio, una hecatombe de gotas y ráfagas de calderos de agua y color gris se ha hecho propietaria del mu...