lunes, 1 de diciembre de 2014

Es más fácil tender un brazo como una armonía iris donde el agua rezuma las venas, las arteras como cuerdas de violoncelo, es más fácil que tocarte. 

Es más fácil que tocarte de nuevo después de haberte estampado con dulzura contra el árbol aspirando allí mismo las sal de tu vientre.

Tocarte de nuevo sería bucear (y no quiero hasta más tarde) en el huracán que me ha tragado como una ventosa.

Espero que nazcas del mar como un energúmeno que suspira por un coche para abatirle en mil vidrios de diamante el parabrisas.

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