sábado, 7 de marzo de 2015

Cuando los acompañantes de las damas del Romanticismo dejan de sentir emociones memorables por ellas es digno seguirlas de cerca sólo por ver cómo se desmayan y por escuchar el vocabulario que utilizan, más propio de los románticos estibadores portuarios.

Suele ser al cabo de los cinco días de duelo riguroso cuando toman decisiones peligrosísimas para su salud, como por ejemplo el suicidio.

Se asoman a los patios interiores de sus domicilios y se apostan a lo alto de la ventana de su salón.

Cuando se acuerdan de que aún quedan acompañantes dispuestos y que sus nombres los tienen anotados en los listines de telégrafos todo, todo (todo) se transforma en colores y suspiros distintos.



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