Entre batalla y batalla se metían en su alcoba y se probaban tules y sedas, terciopelos y cretonas. Se peleaban con almohadas de plumas y se cambiaban de bragas y de corsés frente al espejo. Hasta que llegó la edad de merecer y el rey quería tener descendencia y morir con la tranquilidad que da la sonrisa de un heredero o heredera.
Así que convocó a todas las princesas o príncipes de los reinos cercanos o lejanos e inició un festival que iba a durar tres días o tres noches.
Al final de la bacanal los hijos o hijas del rey presentaron a sus elegidos o elegidas. Se celebraron las bodas pocos días o noches más tarde.
Y a los pocos meses nacieron tres infantes o infantas, no estaban muy seguros.
El rey, o reina estaba feliz o feliz. Y por fin le daba igual si su mujer o esposo dudaba de la masculinidad o feminidad de sus hijos o hijas.
Y aquí termina la historia o historio.
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