Los pensamientos que son verticales, hacia arriba (claro) tienen la sustancia de futuro de la que carecen los horizontales, allí siempre, recostados en su desesperanza gravitacional.
Porque claro que no conocemos (ni falta, creo) el futuro pero si ascendemos verticalmente y en línea recta, si nunca cesamos de trepar (que la vida algunas veces es escalada porque se vuelve cuesta arriba) es más fácil coger el futuro entre los dedos entrelazados y decirle que no se escape, que por una jodida vez dejará de hacerse la voluntad de los dioses y de la inercia de la inacción y sucederá algo parecido (jamás igual) a lo que deseamos.
Eso es el pensamiento vertical.
Frases, escritos que conviven jugando al póker, o al menos sobreviven cuando nadie coloca el revólver sobre la mesa.
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