Quietecita se quedó esperándole, mirando al oeste donde fue
en busca de fortuna (eso dijo) (si la fortuna ya la tenía con ella ¿para qué se
fue?).
Quietecita mirando hacia el oeste, ya para siempre como una estatua
de sal que de tanta salinidad se convierte en dulce, con el triste perfil de
una gallinita vieja (la nariz era el mascarón de proa del destino de sus sueños).
Quietecita ya para siempre. Dicen que está viva. Y sí que
creo que lo está, pero nadie sabe si vive en el pasillo petrificada o si habita
allá donde mira, amándose los dos eternamente en el oeste que él marchó a
escudriñar hoy se cumplen treinta años.
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