viernes, 24 de junio de 2016

Tengo el privilegio, ya lo creo que lo tengo, de que mis ojos tengan los mismos años que yo. Eso les ha hecho hermosos como yo, y sabios como yo en su consistencia de cristal deslucido. Que han visto lo mismo que el resto de mi cuerpo y ese es el motivo por el que han aprendido a mirar todas las cosas conteniendo al enfocarlas todas las imágenes anteriores que han visto en las cosas. Cuando miran, por ejemplo (joder, el primer ejemplo que se me ocurre) una silla, ven todas las sillas que ya han visto. Por eso, cuando miran lo poquísimo que les queda de vida, cuando miran la vida, ven en ese átomo de existencia toda la vida que han vivido. Y ven años de esencia, años de recorrido, décadas inmensas bebidas y vividas (y cuánto y de qué forma). Y veré torrentes de vida hasta cuando mire mi último instante. Eso, eso, eso. Eso es lo que me aleja siempre de la muerte.







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